Cuando suben las temperaturas, también lo hace el riesgo de exposición a parásitos e insectos que pueden afectar gravemente la salud de quienes trabajan en contacto con la naturaleza. El verano no es solo la estación del calor: es también el periodo de máxima actividad biológica para numerosos vectores que transmiten enfermedades graves.
Desde garrapatas hasta mosquitos, pasando por flebótomos, pulgas o avispas, muchos de estos organismos encuentran en esta época del año las condiciones óptimas para reproducirse y dispersarse. Esto eleva considerablemente la probabilidad de contacto con trabajadores al aire libre, especialmente en sectores como la agricultura, la ganadería, la jardinería, la selvicultura o el mantenimiento de zonas verdes. Y ojo, porque no hablamos solo de picaduras molestas: enfermedades como la fiebre del Nilo Occidental, la enfermedad de Lyme, la leishmaniasis o la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo ya han sido detectadas en varias regiones de España.
Caso reciente de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo en España
Sin ir más lejos, a principios de julio se confirmó un nuevo caso de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo en un hombre de 63 años en Salamanca, cuya infección fue atribuida a la picadura de una garrapata. Este supone el segundo caso confirmado de esta enfermedad vírica en lo que va de año en España. Casos como este subrayan la urgencia de reforzar la prevención en el entorno laboral, integrando medidas de protección personal, protocolos de vigilancia, formación continua y comunicación efectiva del riesgo. Las empresas deben cumplir con sus obligaciones legales en materia de PRL, y los trabajadores han de estar debidamente informados y equipados.
¿Por qué el verano multiplica el riesgo de exposición a parásitos e insectos?
Aunque la presencia de parásitos e insectos es constante a lo largo del año, el verano reúne una combinación de factores que dispara las probabilidades de sufrir picaduras e infecciones en el entorno laboral.
1. Más insectos, más activos
Los vectores —como garrapatas, mosquitos o pulgas— son animales de sangre fría. Su metabolismo depende de la temperatura ambiental, y cuando suben los termómetros, también lo hace su actividad: se reproducen más rápido, viven más tiempo y se desplazan más. Eso significa que hay más ejemplares, durante más tiempo y en más sitios.
2. Más personas trabajando al aire libre
El verano coincide con el pico de actividad en sectores como la agricultura, la ganadería, los trabajos forestales, la jardinería, la construcción rural o el control ambiental. Se realizan más jornadas en el campo, en zonas densas de vegetación o poco intervenidas, donde los vectores son más difíciles de detectar y evitar.
3. El calor juega en contra de la prevención
El estrés térmico y el cansancio hacen que baje la percepción del riesgo. Es más fácil cometer errores: se aflojan los equipos de protección, se olvida reaplicar el repelente o se baja la guardia. Además, el agotamiento dificulta notar síntomas tempranos tras una picadura.
Si quieres conocer medidas sencillas y efectivas que puedes aplicar desde hoy, consulta nuestro artículo: 10 gestos clave para evitar picaduras en el trabajo al aire libre.
¿Por qué el riesgo de enfermedades transmitidas por insectos va en aumento?
El cambio climático, la globalización y las transformaciones en el uso del suelo están favoreciendo la expansión y la actividad de parásitos e insectos vectores en España, más allá de los meses de verano. Conocer estos factores es clave para entender por qué el riesgo ya no es estacional, sino creciente y cada vez más difícil de controlar:
Más calor, más vectores durante más tiempo. El aumento de las temperaturas medias y los cambios en los patrones de lluvia están alargando la temporada de actividad biológica y permitiendo que muchos vectores amplíen su distribución geográfica. Algunos ya no se limitan a los meses cálidos: permanecen activos buena parte del año.
Vectores invasores que traen nuevas enfermedades. La globalización y el aumento de la movilidad han facilitado la llegada de especies invasoras que actúan como nuevos vectores.
El mosquito tigre (Aedes albopictus) ya está establecido en zonas del litoral mediterráneo, aumentando el riesgo de enfermedades como dengue, el zika o el chikungunya, antes consideradas exóticas o importadas.
Nuevos hábitats creados por la acción humana. El abandono agrícola, la urbanización desordenada o la deforestación están generando hábitats favorables para estos organismos. Además, el crecimiento urbano junto a zonas naturales incrementa el contacto entre las personas y los vectores, elevando el riesgo de transmisión.
¿Qué zonas y sectores están más expuestos al riesgo?
El riesgo biológico no se distribuye de forma homogénea en el territorio. Hay regiones de España y actividades profesionales especialmente expuestas a los vectores que pueden transmitir enfermedades:
- Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y zonas rurales del centro peninsular: presencia de mosquitos (Culex) y garrapatas (Hyalomma) portadores de virus como el del Nilo Occidental (WNV) o el de Crimea-Congo (CCHF).
- Norte de España y áreas montañosas: zonas donde la enfermedad de Lyme, transmitida por garrapatas Ixodes, se ha vuelto endémica.
- Zonas forestales, campiñas y espacios verdes urbanos degradados: hábitats ideales para insectos y parásitos, por su vegetación densa y escaso control humano.
Según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST), los sectores con mayor riesgo de exposición son la jardinería, selvicultura, agricultura, ganadería y mantenimiento de zonas verdes. Estas actividades implican contacto directo y prolongado con suelos, vegetación, animales o entornos donde los vectores encuentran refugio.
Casos recientes en España de enfermedades transmitidas por insectos
Como ya mencionamos en la introducción, en 2025 se han confirmado dos casos de fiebre hemorrágica de Crimea‑Congo en Castilla y León. Esta enfermedad vírica, transmitida por garrapatas del género Hyalomma, puede provocar fiebre alta, hemorragias y fallo multiorgánico en los casos graves.
A estos se suman brotes recientes de virus del Nilo Occidental en Andalucía y Extremadura, y una presencia estable de la enfermedad de Lyme en regiones del norte y zonas rurales del interior. En todos los casos, los vectores implicados —garrapatas, mosquitos, etc.— están presentes en entornos laborales naturales.
Una sola picadura puede desencadenar consecuencias que oscilan entre bajas médicas prolongadas, hospitalización o secuelas neurológicas, dependiendo del patógeno.
¿Qué deben tener claro las empresas para prevenir riesgos por insectos y parásitos?
En un contexto donde los vectores amplían su presencia y actividad, hay tres ideas que toda estrategia preventiva debería asumir sin matices:
- El riesgo es real y creciente, con impacto directo en la salud de las personas trabajadoras y en la continuidad operativa.
- Puede afectar a cualquier perfil profesional que acceda a zonas rurales, forestales o con vegetación densa, incluso de forma puntual.
- No es un fenómeno exclusivamente estacional: revisar protocolos y calendarios ya no es opcional.
- La prevención frente a estos riesgos es una obligación legal, regulada por la legislación española y europea sobre seguridad y salud laboral.
La Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales obliga a identificar estos riesgos y adoptar medidas preventivas adecuadas. Y el Real Decreto 664/1997 regula específicamente la protección frente a agentes biológicos, estableciendo pautas como la evaluación del riesgo, la vigilancia sanitaria, el uso de EPI y la formación del personal expuesto.
¿Qué medidas puede activar la empresa en temporada de alto riesgo?
Estas medidas pueden marcar la diferencia entre una campaña segura… y un problema sanitario o legal:
- Incluir el riesgo biológico estacional en la evaluación específica de tareas al aire libre.
- Planificar tareas evitando franjas horarias de mayor actividad biológica y calor.
- Reforzar la formación preventiva con contenidos adaptados al entorno laboral.
- Proporcionar EPI y productos de protección adecuados al periodo crítico.
- Establecer rutinas postjornada para revisión y limpieza.
- Facilitar canales de notificación inmediata ante incidentes biológicos.
- Coordinarse con SPA, SPP o veterinarios en trabajos con animales o fauna silvestre.
¿Y qué puede hacer cada trabajador o trabajadora?
Aquí tienes una guía práctica con gestos sencillos y eficaces para reducir el riesgo: Protegerse es más fácil de lo que parece: 10 gestos clave para evitar picaduras en el trabajo.