El exceso de ruido no solo afecta nuestra audición, también puede alterar nuestro corazón, nuestro cerebro y nuestra calidad de vida. Provoca estrés, trastornos del sueño e incluso problemas cardiovasculares, pero no siempre le prestamos la atención que merece. ¿Por qué? Quizás la respuesta esté en la falta de conocimiento.
No somos realmente conscientes de cuánto ruido nos rodea ni de cómo está impactando en nuestra salud y, como tampoco sabemos cuánto ruido es demasiado, no tomamos medidas para evitarlo o reducirlo.
Exploramos todos estos aspectos del ruido a continuación, así que si quieres saber cuánto ruido excede lo recomendable, de qué manera afecta nuestra salud y qué medidas están en nuestra mano para protegernos, sigue leyendo
Un problema de salud pública subestimado
Aunque solemos asociarlo solo con molestias temporales o pérdida de audición, el ruido es en realidad un problema de salud pública grave. La Organización Mundial de la Salud lo considera uno de los principales contaminantes ambientales y alerta sobre sus efectos en el sistema cardiovascular, el sueño y la salud mental. El impacto del ruido en nuestra salud es comparable al de otros factores de riesgo más conocidos, como la contaminación del aire, pero sigue siendo un problema infravalorado y poco abordado. Sin embargo, puede llegar a desgastar nuestra mente sin que nos demos cuenta.
En muchos entornos laborales, especialmente en industrias como la construcción, la manufactura o la aviación, las maquinarias pesadas, los motores y las herramientas generan niveles sonoros muy por encima de los límites recomendados. Pero, una vez más, el problema va mucho más allá de lo que se cree. No solo los operarios industriales están expuestos a ruidos peligrosos. Profesionales del transporte, desde conductores de autobuses hasta trabajadores ferroviarios, conviven con niveles elevados de ruido a diario. Lo mismo ocurre con quienes trabajan en aeropuertos, tanto en la pista como en oficinas cercanas, donde el constante rugido de los aviones es una fuente de contaminación acústica permanente.
Y el problema no termina ahí. Profesores en escuelas con aulas mal insonorizadas deben alzar la voz durante horas para ser escuchados, mientras que el personal de la hostelería se enfrenta al bullicio incesante de bares y restaurantes. En las oficinas de espacios abiertos, el murmullo de conversaciones cruzadas, el repiqueteo de teclados y el sonido incesante de teléfonos genera un ruido de fondo que agota mentalmente a los trabajadores, dificultando la concentración y la productividad.
Por supuesto, la exposición al ruido no se limita únicamente al entorno laboral. La ciudad en sí misma es un escenario de contaminación acústica incesante: cláxones, sirenas, obras en construcción, tráfico constante y música a todo volumen bombardean nuestros sentidos sin descanso. A esto se suma la saturación de sonidos y la sobreestimulación auditiva a la que estamos expuestos en el entorno digital: notificaciones constantes, el zumbido de dispositivos electrónicos, etcétera.
Incluso estando en casa, hemos normalizado el hecho de no estar nunca en silencio. Nuestro cerebro está en un estado de alerta constante, bombardeado por sonidos que apenas percibimos conscientemente, pero que generan un desgaste continuo. Pregúntate: ¿Cuándo fue la última vez que pasaste un día entero sin auriculares, sin música de fondo, o sin las constantes interrupciones de notificaciones sonoras?
¿Cuánto ruido es demasiado?
Para entender mejor la magnitud del problema, es clave saber distinguir la intensidad del ruido. No es lo mismo el susurro del viento entre los árboles que el estruendo de una obra en plena calle. Estos son algunos ejemplos de niveles de ruido en decibelios (dB):
- 0 dB – Silencio absoluto.
- 10 dB – Respiración tranquila, roce de la ropa.
- 20 dB – Rumor suave de hojas de los árboles.
- 30 dB – Biblioteca, conversación susurrada.
- 40 dB – Dormitorio en silencio, frigorífico silencioso.
- 50 dB – Conversación sosegada, oficina con gente.
- 60 dB – Restaurante, comercio, lluvia.
- 70 dB – Tráfico rodado tranquilo, niños jugando.
- 80 dB – Taller mecánico, túnel de lavado de coches.
- 90 dB – Martillo neumático, motocicleta sin silenciador.
- 100 dB – Concierto de rock, discoteca.
- 110 dB – Sirena de ambulancia (a 10 m), sierra circular.
- 120 dB – Motor de avión a reacción despegando (a 10 m).
- 130 dB o más – Umbral del dolor, riesgo de rotura del tímpano.
Saber esto nos ayuda a tomar decisiones más informadas sobre nuestra exposición al ruido y a ser conscientes de cuándo estamos poniendo en riesgo nuestra audición y salud en general. Por ejemplo, a partir de los 85 dB, que equivale al sonido de una aspiradora o tráfico denso, la exposición prolongada ya puede causar daño auditivo. Cuando el ruido alcanza los 120 dB, como el despegue de un avión cercano, el dolor es inmediato y existe riesgo real de daño irreparable en el oído. En entornos laborales, el uso de protección auditiva es obligatorio a partir de los 80 dB, ya que el daño acumulativo es silencioso y muchas veces irreversible. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el ruido ambiental no supere los 55 dB durante el día y los 40 dB por la noche para prevenir problemas de salud.
¿Cómo saber si un ruido nos está dañando?
No siempre somos conscientes de cuándo un ruido nos está afectando negativamente. Aquí proporcionamos algunas señales indicativas de que nuestro oído necesita un descanso o incluso una revisión por parte de un especialista:
- Si tienes que alzar la voz para hablar con alguien a un metro de distancia, probablemente estás en un ambiente con un nivel de ruido potencialmente dañino.
- Si sientes zumbidos o molestias en los oídos después de haber estado expuesto a un ruido fuerte, es una señal de que tu audición ha sufrido un impacto. no lo ignores: consulta a un especialista y realiza chequeos auditivos periódicos, especialmente si trabajas en un entorno con ruido elevado.
- Si experimentas dolor de cabeza, fatiga o irritabilidad tras estar en un entorno ruidoso, tu sistema nervioso está reaccionando al estrés acústico.
- Si después de salir de un evento con música alta notas que tu audición está atenuada o amortiguada por un tiempo, significa que has sobrecargado tu sistema auditivo y podrías estar en riesgo. No lo ignores, busca un ambiente tranquilo y descansa.
Ser consciente de estas señales es clave para evitar que el daño avance sin darnos cuenta. Ahora que sabemos cómo identificar el problema, veamos su impacto en nuestra salud.
Efectos del ruido en nuestra salud
La exposición al ruido no solo afecta nuestra audición; también puede:
Afectar el sistema cardiovascular: La exposición prolongada al ruido puede aumentar la presión arterial, acelerar el ritmo cardíaco y elevar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, incluyendo infartos y accidentes cerebrovasculares (ictus).
Deteriorar la calidad del sueño: Nos impide alcanzar un descanso profundo y reparador, lo que a su vez puede desencadenar problemas metabólicos y emocionales.
Generar fatiga mental y estrés: Un entorno ruidoso mantiene el cerebro en constante estado de alerta, provocando agotamiento, irritabilidad y ansiedad.
Dañar el cerebro: La sobreexposición al ruido puede afectar la plasticidad cerebral y la capacidad cognitiva, deteriorando la memoria y la concentración a largo plazo.
Reducir la concentración y productividad: En trabajos y estudios, la exposición al ruido dificulta el rendimiento y la toma de decisiones.
¿Qué podemos hacer para protegernos?
Reducir nuestra exposición al ruido no es complicado, pero sí requiere conciencia y pequeños cambios en nuestra rutina. Para empezar, evita en la medida de lo posible los entornos innecesariamente ruidosos. A veces no nos damos cuenta de que pasamos más tiempo del necesario en lugares con un nivel de ruido elevado, como calles con tráfico intenso o espacios cerrados con música a todo volumen. Si no puedes evitarlos, intenta limitar tu exposición o alejarte de la fuente de ruido.
En el día a día, un buen hábito es controlar el volumen de nuestros dispositivos. Muchas personas acostumbran a escuchar música o podcasts con auriculares a niveles que pueden ser dañinos sin darse cuenta. Un truco sencillo: si alguien cerca de ti puede oír lo que estás escuchando en tus auriculares, el volumen es demasiado alto.
Si trabajas en un entorno ruidoso, utiliza protección auditiva. Tapones o auriculares con cancelación de ruido pueden marcar la diferencia en la prevención del daño auditivo a largo plazo. Eso sí, es clave saber usarlos correctamente: unos tapones mal colocados pueden ser casi inútiles.
Además, nuestro oído también necesita descanso. Tras una jornada con mucho ruido, busca momentos de silencio. Desconéctate del ruido ambiental siempre que puedas y permite que tu audición se recupere.
El ruido es un enemigo invisible, pero con pequeñas acciones podemos reducir su impacto y proteger nuestra salud a largo plazo. El conocimiento es la mejor herramienta de prevención. Informarnos y compartir esta información puede ayudar a cambiar hábitos y mejorar nuestra calidad de vida.
Referencias: eBook Observatorio Salud y Medio Ambiente: Ruido y Salud. 2023.