Descubre qué significa realmente la inclusión en el entorno laboral y por qué una empresa diversa no siempre es una empresa inclusiva. Y si quieres ir un paso más allá, descarga nuestro eBook gratuito con acciones prácticas para construir una empresa inclusiva.
Visualiza la escena. Estás en una fiesta. Te han invitado, sí, y ahí estás.
Pero si nadie te dirige una palabra, si no te ofrecen algo de beber, si nadie te mira o te saca a bailar, la experiencia cambia por completo, ¿verdad?
Con esta imagen tan sencilla, Vernā Myers, consultora en diversidad, explica la diferencia entre diversidad e inclusión: “La diversidad es que te inviten a la fiesta. La inclusión es que te saquen a bailar.”
Probablemente la hayas leído antes, pero vale la pena detenerse un momento. Porque esta frase ayuda a entender algo que en muchas organizaciones todavía cuesta ver con claridad: que no basta con que haya diversidad, hace falta hacer algo con ella.
Diversidad sin inclusión no es suficiente
Imaginemos una empresa que ha hecho un esfuerzo por construir un equipo diverso: personas de distintos orígenes culturales, generaciones, géneros, orientaciones, capacidades.
A primera vista, esa diversidad está ahí. Pero si nos detenemos a observar cómo se sienten y cómo participan esas personas… la realidad puede ser distinta.
- Una mujer que participa en reuniones, pero nota que sus propuestas son interrumpidas o reformuladas por voces masculinas antes de ser tomadas en cuenta.
- Un joven profesional con discapacidad cognitiva al que se asignan tareas poco relevantes, sin explorar en qué destaca realmente.
- Un colaborador senior con el que ya no cuentan en proyectos clave “porque está cerca de jubilarse”, cuando en realidad tiene el conocimiento técnico que el equipo necesita.
La diversidad puede mostrarse en una foto, pero la inclusión está en las decisiones que tomamos cada día: en cómo adaptamos dinámicas, ajustamos procesos y abrimos espacios para que cada persona pueda participar, desarrollarse y aportar lo mejor de sí.
No se trata de que todas las personas aspiren —o deban aspirar— a los mismos roles o trayectorias, sino que nadie se quede fuera por ser quien es.
Es reconocer que el valor que una persona puede aportar no debería estar condicionado por prejuicios, sesgos o dinámicas excluyentes. Esto es lo que significa, en lo concreto, pasar de la diversidad a la inclusión. Porque tener personas diferentes en una empresa no garantiza, por sí solo, un entorno justo ni enriquecedor. Hace falta crear las condiciones para que esas diferencias sean realmente escuchadas, valoradas y aprovechadas.
¿Cómo se logra esto?
Convertir la inclusión en una realidad implica revisar cómo trabajamos, cómo nos relacionamos y qué barreras seguimos sin ver. Compartimos algunas prácticas que pueden marcar la diferencia desde hoy mismo:
- Mentoría inversa: conectar a personas jóvenes con perfiles senior para intercambiar ideas, habilidades y aprendizajes desde ambos lados.
- Programas de desarrollo profesional equitativos, que ofrecen a cada persona lo que necesita para crecer según su punto de partida, su contexto y sus capacidades.
- Formación continua en diversidad e inclusión que ayuden a detectar sesgos, entender realidades diversas y fomentar el respeto.
- Campañas de sensibilización sobre los beneficios de una cultura inclusiva, con ejemplos, testimonios reales y buenas prácticas que inspiren desde dentro.
- Formación obligatoria en igualdad y prevención de discriminación, alineada con la legislación y las políticas internas, para construir un entorno seguro y respetuoso.
- Uso del lenguaje inclusivo en toda la comunicación, interna y externa. Esto implica sensibilizar, formar, y revisar los materiales con una mirada crítica para evitar estereotipos y promover el respeto.
- Diseño de tareas con propósito para personas con diversidad funcional, adaptando roles a sus fortalezas y evitando una inclusión simbólica o forzada.
- Espacios de escucha y canales de apoyo confidenciales, especialmente útiles para personas que enfrentan barreras invisibles en su día a día.
La riqueza de ser una empresa inclusiva
La inclusión tiene muchísimos beneficios para las empresas. Porque, aunque pueda sonar simbólico, no hay mayor riqueza que compartir lo que somos.
Pero no hablamos de riqueza en un sentido abstracto.
Nos referimos a beneficios reales y medibles que impactan directamente en el funcionamiento, el ambiente y el éxito de una organización.
Cuando las personas se sienten valoradas y pueden trabajar siendo ellas mismas:
- Se comprometen más.
- Colaboran mejor.
- Aportan ideas más creativas y diversas.
- Resuelven problemas desde distintos enfoques.
- Construyen un entorno más saludable, más justo y más resiliente.
Una cultura inclusiva no solo mejora el bienestar de quienes forman parte de la organización.
También impulsa la innovación, el rendimiento y la sostenibilidad a largo plazo.
Y como líderes, mandos intermedios o profesionales de Recursos Humanos, tenemos una oportunidad —y una responsabilidad— de impulsar ese cambio desde nuestras decisiones, nuestras políticas, nuestros equipos.
Sabemos que no siempre es fácil, pero sí sabemos por dónde empezar.
Por eso, hemos preparado un eBook práctico y descargable para ayudarte a dar ese primer paso (o el siguiente) hacia una empresa más inclusiva.
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