En los últimos años, las cifras de bajas médicas en España han alcanzado niveles históricamente altos. El fenómeno ha generado preocupación tanto en el tejido empresarial como en las administraciones públicas, y ha dado pie a numerosos debates en medios y redes sociales, como el que iniciaba recientemente Francisco Trujillo, planteando si el aumento de las incapacidades temporales se debe a que estamos más enfermos, más protegidos… o ambas cosas.
Lo cierto es que detrás de esta tendencia hay muchas más capas de lectura.
Absentismo y bajas médicas: ¿de qué hablamos exactamente?
En muchos casos, cuando se habla de absentismo laboral, en realidad se está haciendo referencia a las bajas médicas. Aunque no son conceptos equivalentes, sí están relacionados.
El absentismo laboral engloba todas las ausencias al trabajo durante la jornada laboral, estén o no justificadas: desde impuntualidades o faltas sin causa médica hasta ausencias legales como las bajas médicas o permisos retribuidos. También incluye formas menos visibles, como el llamado «presentismo invisible» (personas que acuden, pero no rinden).
Las bajas médicas, en este contexto, son una forma de absentismo justificado. Están reguladas legalmente como incapacidad temporal (IT) y siempre deben estar respaldadas por un diagnóstico y una valoración médica profesional.
Confundir ambos términos puede llevar a análisis erróneos o a interpretaciones injustas, sobre todo cuando se cuestiona sin matices el motivo de la ausencia.
Por eso, en este artículo queremos centrarnos específicamente en las bajas médicas, y en cómo podemos contribuir a prevenir —en la medida de lo posible— aquellas que tienen su origen en factores evitables del entorno laboral o del estilo de vida.
¿Por qué aumentan las bajas médicas?
Las causas del aumento no son simples ni únicas. Hablar de abuso o de fragilidad puede ser reduccionista. En cambio, atender a los factores de fondo permite entender mejor el fenómeno:
1. Envejecimiento de la población activa
Uno de los factores más claros y objetivos es el envejecimiento progresivo de la fuerza laboral. Más del 35 % de los trabajadores en España tiene más de 50 años. Hace dos décadas, eran apenas el 20 %. A medida que envejecemos, aumentan las probabilidades de sufrir dolencias físicas, enfermedades crónicas o problemas de salud mental asociados a la acumulación de estrés y desgaste.
Esta no es una situación puntual, sino una tendencia estructural que irá en aumento, y que requiere planificación y adaptabilidad por parte de las organizaciones.
2. Un sistema sanitario saturado que no puede sostener el ritmo
En diciembre de 2023, más de 849.000 personas esperaban una intervención quirúrgica. El 24 % llevaba más de seis meses en lista de espera.
Cuando una persona está de baja y necesita pruebas, tratamiento o seguimiento, estas demoras alargan su recuperación. Y con ello, su ausencia.
Esto no solo afecta al paciente, sino también a las empresas que no pueden contar con su personal, y al sistema que asume los costes.
3. Condiciones laborales y salud mental
La salud laboral va mucho más allá de los reconocimientos médicos o la prevención de riesgos tradicionales. Hoy sabemos que el entorno de trabajo —su cultura, sus dinámicas, su nivel de exigencia o su capacidad para adaptarse a las personas— tiene un impacto directo en la salud física y mental (una de las causas crecientes de baja).
Jornadas excesivas, presión continua, falta de recursos, liderazgo tóxico o la ausencia de reconocimiento no solo reducen la motivación: pueden derivar en patologías reales. Las organizaciones que no prestan atención al impacto que tienen sobre sus personas, están favoreciendo el problema… aunque no sean conscientes de ello.
4. Cultura laboral, malestar acumulado y mayor conciencia del bienestar
Hoy somos más conscientes del impacto que tiene el trabajo sobre la salud. Lo que antes se consideraba «aguantar» ahora se identifica como lo que es: un malestar que merece atención.
Eso es un avance. Pero también implica que debemos aprender a gestionar el malestar antes de que se desborde. Si no lo hacemos, acabamos saturando un sistema que ya tiene dificultades para responder con agilidad.
No todas las bajas médicas son evitables. Pero muchas sí podrían haber sido gestionadas de otro modo si hubiéramos tenido mejores recursos, entornos más saludables o hábitos más sostenibles.
Lo que las bajas reflejan: un sistema que necesita revisión
Sabemos que no todas las bajas médicas están relacionadas con el trabajo. Pero si conseguimos prevenir aquellas que sí lo están, ya estaríamos avanzando mucho. Cuidar no es reaccionar cuando alguien cae. Cuidar es crear las condiciones para que no tenga que caer. El cuidado es una práctica continua, no una excepción.
Algunas acciones concretas:
- Evaluar el bienestar organizacional con rigor y regularidad: preguntar, escuchar y actuar en base a los datos.
- Fomentar una cultura de escucha real y sin juicios: que hablar de salud mental no sea un tabú.
- Formar en autocuidado, gestión del estrés, hábitos saludables y salud emocional: y no solo formar, sino facilitar que puedan aplicarse.
- Adaptar tareas, horarios o ritmos antes de que la única alternativa sea la baja, o dejar el trabajo. La flexibilidad es clave: si alguien necesita ir al médico, que lo haga sin miedo. Si está pasando un mal momento, que pueda hablarlo sin sentir que peligra su puesto.
- Favorecer el autocuidado desde el entorno laboral: no se trata solo de «enseñar a cuidarse», sino de permitirlo desde la realidad del trabajo.
- Acompañar la reincorporación tras una IT. Volver de una baja no debería ser un salto al vacío. El acompañamiento, los objetivos realistas y el seguimiento personalizado ayudan a evitar recaídas.
¿Y desde la persona trabajadora?
El cambio también necesita una actitud activa por parte de quienes forman parte del equipo:
- Reconociendo señales tempranas de malestar.
- Pidiendo ayuda a tiempo.
- Cuidando hábitos diarios como el sueño, la alimentación, el descanso, la búsqueda de espacios de desconexión real, o la actividad física.
- No esperando a que el cuerpo “explote” para hacer algo al respecto.
Cuidarse no es solo parar; e construir las condiciones para sostenerse con salud. No todo depende de uno mismo, por supuesto, pero hay decisiones que sí están en nuestra mano, y que pueden marcar la diferencia antes de llegar al límite.
Corresponsabilidad y mirada colectiva
La pregunta de si estamos más enfermos o más protegidos puede ser un buen punto de partida. Pero no es suficiente.
En algunos casos, todavía falta protección real. En otros, lo que falla es la capacidad colectiva de sostener el cuidado como valor. Como cultura.
Las bajas son muchas veces una forma de decir que algo no está funcionando: en el trabajo, en el sistema sanitario, o en el estilo de vida. Que no hemos prevenido, que no hemos hablado, que no nos hemos cuidado a tiempo.
Las empresas tenemos una enorme capacidad de acción, y también una responsabilidad que va más allá de cumplir la normativa. Pero esto solo funcionará si las personas también se implican. Y si en lugar de enfrentarnos o señalarnos, empezamos a escucharnos y entendernos mejor, quizás podamos empezar a cambiar las cosas desde dentro.
¿Estamos haciendo lo suficiente —desde todos los lados— para no llegar a la baja como única salida posible? ¿Crees que en tu empresa se está haciendo lo necesario? Y tú, como trabajador o trabajadora, ¿te estás cuidando de verdad?