Lejos de ser un estigma, el síndrome del impostor puede verse como una señal de ambición y motivación. Es el equivalente a los nervios que sentimos antes de subir al escenario: una señal de que nos importa lo que estamos haciendo y de que queremos dar lo mejor de nosotros mismos.
Sin embargo, si esos nervios se apoderan de nosotros y se convierten en una voz constante que nos sabotea, el síndrome del impostor puede suponer un problema serio. Un obstáculo para disfrutar de nuestros logros, un bloqueo, un límite a nuestro potencial y una fuente de ansiedad e inseguridad. Pero no temas, existen estrategias para regular y minimizar este fenómeno que siete de cada diez personas han experimentado al menos una vez en la vida.
Acompáñanos para descubrir anécdotas curiosas sobre este incómodo compañero de viaje y qué podemos hacer para minimizar su mala influencia.
Síntomas del síndrome del impostor
El síndrome del impostor, esa molesta voz interior que nos susurra que no somos lo suficientemente buenos, que nuestros logros son fruto de la suerte o el engaño, afecta a un porcentaje considerable de la población. A menudo se asocia con la debilidad o la falta de autoestima, pero nada más lejos de la realidad. Es una experiencia común, especialmente entre personas con un alto rendimiento y perfeccionistas.
¿Cómo reconocerlo?
Los síntomas del síndrome del impostor pueden ser sutiles y variados. Ejemplos comunes del síndrome del impostor en acción son atribuir el éxito a factores externos, como por ejemplo la suerte o a la ayuda de otros, y desvalorizar los propios logros, restando importancia el esfuerzo empleado y las propias habilidades. Todo ello unido a la autocrítica, la constante amenaza de ser descubierto y a la obsesión por encontrar la perfección genera una gran ansiedad y permanente insatisfacción con los resultados.
No son pocos los personajes célebres que han confesado haber luchado contra el síndrome del impostor. Emma Watson, la actriz conocida por su papel en Harry Potter, ha hablado abiertamente sobre cómo este síndrome la ha afectado en su carrera. En una entrevista reveló que durante muchos años se sintió como una «farsa» y que temía ser «descubierta» como una impostora. Esta lucha interna la llevó a cuestionar sus decisiones profesionales y a plantearse incluso abandonar la actuación.
Neil Gaiman, el reconocido escritor, ha comparado la sensación de impostor con un «monstruo que vive en el sótano» que le susurra dudas al oído. Él mismo relata una anécdota personal que ilustra este fenómeno a la perfección. Durante un evento donde se encontraba rodeado de artistas, científicos y escritores, Gaiman se sintió abrumado. A pesar de su éxito como escritor, no pudo evitar sentir que no pertenecía a ese lugar, que era un fraude entre tanta gente talentosa. En ese momento, Gaiman tuvo la oportunidad de conversar con Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna. Para su sorpresa, Armstrong le confesó que también experimentaba el síndrome del impostor. A pesar de su increíble logro, Armstrong a menudo se sentía como un impostor, cuestionando su lugar entre los grandes exploradores y astronautas.
¿Qué dicen los expertos?
Los expertos coinciden en que este síndrome no es un problema de autoestima, sino más bien una distorsión del pensamiento.
La Dra. Pauline Rose Clance, pionera en la investigación del síndrome del impostor en la década de 1970, lo define como un «patrón de pensamiento que conduce a sentimientos de fraude y autodevaluación». La persona atribuye sus éxitos a factores externos como la suerte, en lugar de a sus propias habilidades y trabajo; se compara constantemente con los demás y teme que en algún momento se descubra que no merece sus logros.
El síndrome del impostor afecta a entre el 70% y el 90% de las personas en algún momento de su vida; y puede afectar tanto a personas con baja autoestima como a aquellas que han cosechado grandes éxitos. De hecho, La Dra. Clance también señala que el síndrome del impostor está estrechamente relacionado con la perfección y la necesidad de aprobación externa.
Si bien parece que el impostor no discrimina por profesión, sí lo hace, como han mostrado diversos estudios, por género. El síndrome del impostor afecta en mayor medida a mujeres que a hombres. Esto se debe en gran parte a los estereotipos adquiridos durante la niñez y a los sesgos persistentes en el lugar de trabajo y en la sociedad en general; creencias que pueden reforzar los sentimientos del impostor, debido a la desigualdad que todavía hoy se da en la valoración y compensación del trabajo femenino y en la certeza de tener que realizar un esfuerzo adicional para mostrar el valor de lo que se hace. Para prevenir estas inequidad es necesario educar a las niñas y niños desde temprana edad en valores de igualdad, respeto y confianza en sí mismos.
¿Cómo podemos combatir el síndrome del impostor?
Si bien el síndrome del impostor no tiene una cura milagrosa, existen estrategias para afrontarlo y minimizar su impacto.
Como señala la autora Chimamanda Ngozi Adichie, el lenguaje es el depositario de nuestros prejuicios. Por ello, lo primero que podemos hacer a nivel individual, es tratar de cambiar el modo en que nos hablamos a nosotros y también a los demás; reemplazar las frases negativas por otras positivas y realistas. En lugar de «no soy lo suficientemente bueno», podemos decir, por ejemplo, «he trabajado duro para llegar hasta aquí y estoy orgulloso de ello».
Trabajar el autoconocimiento nos va a permitir reconocer las propias habilidades, e identificar y celebrar los propios logros. Reconocer y celebrar nuestros éxitos, sin importar cuán pequeños parezcan. Practicar la autocompasión y la empatía, ser amables y comprensivos con nosotros mismos, especialmente en los momentos de fracaso, puede ser de gran ayuda.
Por último, pero no menos importante, siempre nos hará bien buscar un poco de apoyo; hablar con amigos, familiares o un terapeuta puede ayudar a normalizar la experiencia y obtener diferentes perspectivas.
¿Qué pueden hacer las empresas para prevenir o mitigar al impostor?
Desde las empresas debemos emprender acciones para luchar contra el síndrome del impostor y contribuir a la creación de un entorno laboral más positivo, productivo y saludable para todos los empleados:
Promover una cultura de inclusión. Crear un ambiente de trabajo en el que todas las personas, independientemente de su origen, género, edad o cualquier característica individual, se sientan escuchadas, valoradas, respetadas y parte del equipo. y con las mismas oportunidades.
Dar visibilidad a las mujeres que han alcanzado posiciones de liderazgo en diferentes áreas. Esto puede servir como inspiración para otras mujeres y demostrar que el éxito es posible para ellas.
No estigmatizar los errores y fracasos. El fracaso es una parte inevitable del proceso de aprendizaje. Desde las empresas debemos fomentaruna cultura en la que el fracaso se vea como una oportunidad para aprender y crecer, en lugar de como un motivo de vergüenza.
Ofrecer a los empleados oportunidades de desarrollo de habilidades y conocimientos. Esto ayudará a las personas a sentirse apoyadas en laadquisición de nuevas competencias y, por lo tanto, más seguras. Más capaces también del desempeñar su trabajo y de asumir nuevos retos y responsabilidades.
Crear un entorno de confianza en el que las relaciones sean sanas y los individuos puedan expresar sus preocupaciones y motivaciones.Fomentar una comunicación abierta y honesta en todos los niveles de la empresa, donde los empleados se sientan seguros para expresar sus dudas e inquietudes sin temor a represalias permite conocer a los empleados, saber cuáles son sus fortalezas y debilidades y llevar a cabo una distribución eficiente de tareas y responsabilidades.
Recuerda que el síndrome del impostor no es algo por lo que avergonzarse, sino un reto que podemos aprender a superar. Cambiar la forma en que nos hablamos a nosotros mismos y a los demás, y crear entornos de trabajo inclusivos, positivos y seguros son acciones necesarias para convertir a este incómodo compañero de viaje en un aliado.
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