La siniestralidad laboral es una tragedia persistente que, desafortunadamente, parece haberse convertido en parte del paisaje cotidiano. En los primeros seis meses de 2024, más de 360 personas han perdido la vida en accidentes laborales, lo que equivale a dos muertes diarias. Esto supera las 337 muertes registradas en el mismo periodo de 2023, lo que pone de manifiesto que los accidentes laborales aumentan alarmantemente. Además, cada día se siguen cobrando nuevas víctimas.
Esta dura realidad, que afecta tanto a la jornada laboral como a los trayectos de ida y vuelta al trabajo, parece haber dejado de impactar como debiera. Ya no sacude conciencias. En su lugar, parece haber quedado reducida a un mero número en las estadísticas. Es urgente reflexionar sobre este fenómeno. Esto incluye cuestionar por qué, pese a los esfuerzos, las muertes en el trabajo no descienden y transmitir a la sociedad la importancia de la prevención de riesgos laborales.
Múltiples factores detrás de la siniestralidad laboral
Cuando se habla de siniestralidad laboral, las explicaciones tienden a polarizarse. A veces, se atribuyen estos accidentes a la responsabilidad del trabajador, mientras que otras se apunta directamente a las empresas. No obstante, la realidad es más compleja, y las causas detrás de los accidentes laborales son múltiples y diversas. Es fundamental analizar estas causas desde un enfoque integral, que no cargue las culpas en un solo actor.
En los primeros seis meses de este año, 49 personas murieron atrapadas o aplastadas, 44 cayeron desde alturas, 41 fallecieron en accidentes de tráfico mientras trabajaban, 17 por impactos directos y dos por ahogamiento. Cada una de estas muertes es una tragedia y también un recordatorio de que, más allá de las responsabilidades individuales, existen factores estructurales y organizacionales que requieren atención.
La prevención es una responsabilidad compartida
La prevención de accidentes laborales es un esfuerzo conjunto que requiere la implicación de tres actores clave: el trabajador, la empresa y los técnicos de prevención. Cada uno de ellos tiene un papel vital en garantizar que las condiciones de trabajo sean seguras y que se minimicen los riesgos.
El trabajador debe tomar en serio la formación recibida y cumplir con las normativas de seguridad, utilizando correctamente los equipos de protección individual (EPIs) y aplicando los conocimientos adquiridos en la práctica diaria. Sin una actitud responsable y comprometida, las medidas preventivas pueden quedarse cortas.
Las empresas, por su parte, deben proporcionar no solo los EPIs adecuados y el ambiente de trabajo seguro, sino también garantizar que los trabajadores reciban la formación necesaria y que esta sea continua, adaptada a las necesidades específicas de cada puesto. No es suficiente entregar un equipo de protección si luego no se asegura que este se utilice correctamente o si las condiciones en las que se desarrolla el trabajo no permiten cumplir con las medidas de seguridad.
Los técnicos en prevención tienen un rol fundamental en garantizar la seguridad (evaluando los riesgos, formando, proponiendo medidas correctoras y equipos de protección, investigando accidentes, y un largo etcétera), pero necesitan el respaldo de la empresa y el apoyo de los trabajadores para que sus decisiones y acciones preventivas sean efectivas.
En definitiva, la prevención no debe ser vista como como una molestia innecesaria ni como un gasto ni como o un obstáculo para la productividad, como a menudo ocurre. La prevención salva vidas y es una inversión para la empresa. Además de los daños que ocasiona en las personas, un accidente puede detener una obra, paralizar una cadena de producción o generar litigios que resultan en pérdidas económicas significativas.
Incidencia por sector y comunidad autónoma
El impacto de estos accidentes no se distribuye de manera uniforme entre los sectores. El mayor número de fallecidos trabajando o de camino al trabajo o a casa se registra en el sector de servicios, con 154 muertes en el primer semestre del año. Sin embargo, donde se presenta una mayor incidencia es en la construcción, con 5 fallecidos por cada 100.000 trabajadores. Este sector, debido a la naturaleza de su trabajo, presenta riesgos particulares que no siempre se mitigan de manera adecuada. El sector agrario también muestra una incidencia preocupante, con 4 fallecidos por cada 100.000 trabajadores.
A nivel geográfico, las cifras también revelan desigualdades: Andalucía concentra casi una quinta parte de los accidentes mortales, con 68 muertes en el primer semestre, seguida de Cataluña con 49 y Madrid con 38. Estos datos no solo nos muestran la magnitud del problema, sino que ponen de manifiesto la necesidad de acciones coordinadas a nivel regional y sectorial para abordar la seguridad laboral de manera eficaz.
Total de accidentes laborales registrados
No obstante, el problema de la siniestralidad laboral no se limita a los accidentes mortales. El número total de accidentes en el trabajo y durante los desplazamientos sigue siendo alarmante. En el primer semestre de 2024, se registraron 306.633 casos. Este número es impactante, especialmente si consideramos que supera en 626 los accidentes registrados en el mismo periodo del año anterior.
Del total de accidentes reportados, 2.323 fueron graves, lo que incluye fracturas de huesos, quemaduras, amputaciones traumáticas, entre otros daños que muchas veces resultan irreversibles. Estos números deberían servirnos para darnos cuenta del alcance del problema y de la necesidad urgente de tomar medidas efectivas que garanticen la seguridad en el trabajo.
La importancia de abordar todos los riesgos: físicos y psicosociales
Existen causas menos visibles que también contribuyen a la siniestralidad laboral: los riesgos psicosociales. Estos incluyen el estrés laboral, la sobrecarga de trabajo y la presión psicológica. En muchos casos, estos riesgos pueden llevar a enfermedades graves, como infartos o derrames cerebrales, que también deben ser considerados como accidentes laborales cuando están relacionados con las condiciones y la organización del trabajo.
El Ministerio de Trabajo y Economía Social reporta que, en el primer semestre de 2024, se registraron 131 accidentes mortales en el trabajo y durante los trayectos de ida o vuelta debidos a infartos, derrames cerebrales y otras patologías derivadas de causas naturales. Estos incidentes, aunque catalogados como «naturales», están en muchos casos vinculados a las condiciones laborales, especialmente cuando hablamos de estrés crónico, jornadas extenuantes y presiones constantes que afectan negativamente la salud de los trabajadores.
Debemos esforzarnos en crear entornos de trabajo que no solo garanticen la seguridad física, sino que también promuevan condiciones laborales dignas y saludables. La protección de la salud mental debe ser una prioridad, no solo mediante la reducción de factores de riesgo psicosocial, sino también mediante la formación y la concienciación de los trabajadores para que aprendan a gestionar el estrés y cuidar de su bienestar emocional.
Hacia una cultura preventiva
El reto de reducir la siniestralidad laboral es grande, pero no imposible. Lo que necesitamos es un cambio de mentalidad, una cultura preventiva que abarque tanto la formación como la concienciación de todos los actores involucrados. Es crucial que todos, desde las empresas hasta los trabajadores, comprendan que la seguridad en el trabajo es una responsabilidad compartida. Solo mediante un esfuerzo conjunto, con una adecuada inversión en formación, en medidas de protección y en recursos para la prevención, podremos ver un descenso real en las cifras de siniestralidad.
Es momento de avanzar hacia una nueva cultura laboral, en la que la prevención sea una prioridad y no un trámite. La seguridad no es solo una obligación, sino un derecho de las personas trabajadoras, y también una inversión inteligente para las empresas. Reflexionemos sobre cómo podemos contribuir a este cambio y hagamos de la prevención el pilar fundamental de un entorno laboral más seguro y saludable.